A pesar de no haber conocido a Elliott Castro de toda la vida, los años que compartí con él me mostraron a un ser humano de altura.
Lo conocí en el Festival de CLARIDAD edición del 2010, cuando el licenciado Enrique Juliá me lo presentó. Ellos conversaban sobre deportes, mientras yo escuchaba. En un aparte, el licenciado Juliá le comentó a Elliott sobre el trabajo comunitario que desarrollábamos en la barriada Shangai en Santurce. Allí estábamos próximos a iniciar un torneo de baloncesto a petición de los jóvenes de la comunidad. Como regalo a la gente del barrio, el primer juego fue narrado por el legendario Fufi Santori y el juego final por la combinación explosiva de Edwin Feliciano y Elliott Castro. Desde ese día, cada vez que había un bembé en las comunidades Elliott aparecía. Con su sonrisa, con sus chistes, siempre jovial.
Ese primer trabajo hizo que Elliott apadrinara muchas actividades deportivas. Fue en Río Piedras donde Elliott sin ánimos de reconocimiento iba todos los meses a compartir con la gente. Fue allí que conoció a los jóvenes de Capetillo, Buen Consejo, Sicardó y Venezuela. Esa relación marcó un trabajo consistente con el ciclo deportivo que se gesta desde la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras para y con las comunidades.
Recuerdo que luego de ver el trabajo realizado a pulmón, se molestó y dijo “esto se acabó”. Así al inicio de la administración de Ramón Orta en el Departamento de Recreación y Deportes (a pesar del caso de corrupción que tiene, fue el único funcionario de ese gobierno que visitó las comunidades), llevó a éste a que visitara las comunidades de Río Piedras y sus facilidades. A pesar de que el apoyo fue inmediato, siempre Elliott tenía que dar la “llamadita mágica” para que aparecieran los recursos. ¡Sí! Una llamada mágica, porque para el gobierno hacer actividades en las comunidades no es prioridad. Porque al gobierno le importa poco la recreación y el deporte para los barrios. Por suerte nuestra, ahí estaba Elliott, velando que los recursos llegaran, porque éste veía el deporte no como mera herramienta de recreación, sino como un derecho fundamental de la juventud. ¿Y cómo no serlo? O es acaso que los jóvenes no tienen derecho por ser menores. ¡Bueno! En este país de locos, ya poco sabemos qué nos corresponde por derecho.
El trabajo realizado por Elliott, llevó a que le dedicáramos la quinta edición del Torneo de Baloncesto Comunitario de Río Piedras. Recuerdo que tuve que llamarlo para invitarle sin decirle que íbamos a reconocer su aportación y éste me puso mil excusas. Que se sentía mal, que no sabía si iba a llegar. Debido a la confianza que habíamos desarrollado, le dije que tenía que llegar y que si no le iba a fallar a los muchachos. Remedio santo, allí llegó, lo reconocimos y luego de dar unas palabras de motivación a los muchachos se me acercó y me dijo algunas palabritas que no puedo escribir aquí. Es que a Elliott no le gustaba el reconocimiento público, hacía las cosas por pasión, porque creía en ellas.
Elliott no estaba vinculado sólo a Capetillo, en la barriada Venezuela también ayudó a conseguir materiales para la liga de pelota. Cada vez que le regalaban taquillas para eventos deportivos, éstas terminaban en Río Piedras. Recuerdo que un día me llamó y me dijo; “Angel viste la tragedia que sucedió en Toa Baja”. Se refería a la masacre en el barrio La Tómbola de dicho municipio. Esa llamada marcó en mí un Elliott grande. De ahí salió un pequeño torneo de voleibol improvisado para sacar a los jóvenes de Toa Baja y traerlos a Río Piedras.
La relación mediante el deporte comunitario nos llevó a temas distintos. Ambos compartimos el deseo de ver a Puerto Rico Libre. En una de esas tantas veces, visité su casa. Estando allí me llamó la atención ver una foto de Elliott saludando a Fidel Castro. Sin mediar me contó que el periódico CLARIDAD le solicitó ir a una cumbre de periodistas en Cuba. Una de las encomiendas que tenía era conseguir que Marta Harnecker permitiera la reproducción de sus artículos en CLARIDAD. Me contaba Elliott que Harnecker lo trató como un etcétera. Luego le tocó su presentación en la cumbre, al tiempo que ya muchos de los participantes se habían marchado. Narraba que se percató de unas movidas extrañas con la seguridad del lugar. A pesar de notar la tensión, decidió improvisar. En vez de leer el escrito que llevaba, decidió narrar un poema de Pablo Neruda, en medio de la intervención llegó Fidel. Me decía que antes de bajar de la tarima, Fidel lo saludó y abrazó (momento que reflejaba la foto) y en su intervención usó de ejemplo la pasión del poema narrado por Elliott. Una vez abandonada la tarima Harnecker lo abrazó.
También me contó de su relación con Carlos La Sombra y de sus inicios en el periodismo. Me relataba que comenzó en el análisis deportivo gracias a una tarea del Partido Socialista Puertorriqueño. En un viaje a Mayagüez, junto a Carlos Gallisá y Jaime Córdova, comenzaron a hablar de deportes, lo que provocó gran asombro por las aportaciones de Elliott.. De ahí en adelante pasaron más de cuatro décadas dedicando todas las semanas un comentario deportivo, cosas que estando en vida compilaba para la posterior publicación de un libro. Libro que esperamos pueda ser rescatado.
De todas estas experiencias la más que me sorprendió fue la horizontalidad con la cual se refería a nosotros los más jóvenes. La oportunidad que le dio al compañero Edwin Feliciano de comenzar a ser nuestra nueva voz en el deporte y el reconcomiendo del trabajo que viene haciendo esta generación siempre estuvo presente en la figura de Elliott. Por eso y por tanto más, gracias Elliott. Esperemos que no necesitemos las llamaditas mágicas para seguir haciendo deporte en los barrios. (Claridad) |