Hace unos años había escrito una columna titulada ¨Tiempos de Canallas¨. Enfrentábamos entonces las medidas draconianas de la administración de (Luis) Fortuño, la Ley 7, las leyes 20 y 22, así como la enmienda al Código Penal criminalizando la desobediencia civil en obras que atentaban contra el patrimonio de la nación puertorriqueña, en aquel entonces la protesta en Paseo Caribe. Por eso la denominé como la enmienda Tito Kayak.
Pensamos que con la salida de Fortuño tendríamos tiempos de normalidad, por lo menos en el ámbito de los derechos democráticos a protestar y los derechos de los trabajadores. Vino entonces la administración de (Alejandro) García Padilla con la Ley 66 por la cual otros miles de trabajadores perdieron su sustento. Apareció el informe Krueger con sus noticias ominosas. Comenzaron los cierres de escuela, los aumentos en la electricidad, el agua y los problemas fiscales siguieron agravándose.
Cuando pensamos que no se podía poner peor, llegó la Junta de Control Fiscal y una nueva administración del Partido Nuevo Progresista (PNP). En menos de cuatro meses, el gobernador (Ricardo) Rosselló ha conseguido destruir cualquier posibilidad ínfima que tuviéramos de empujar el País hacia el desarrollo económico. El destrozo apenas está comenzando con la liquidación del sistema de educación pública a nivel elemental, intermedio y superior, el desmantelamiento del principal centro de enseñanza universitaria, el despojo de derechos laborales ganados en 200 años de lucha tanto en el Gobierno como en la empresa privada, el retroceso a la enseñanza de valores de equidad en momentos donde la violencia contra la mujer, así como el abuso sexual de mujeres y niños que escala de forma alarmante. Esto es solo el inicio del destrozo de un País, de una Nación.
Cuando llegue el 1ro. de julio vendrá el alud que podría enterrarnos en vida. Ya comenzaron los aumentos en la electricidad y el agua, viene pronto el despido masivo de empleados del Gobierno.
En un momento de rara honestidad en los gobernadores, García Padilla admitió que por cada empleo perdido en el sector del Gobierno se perdían tres en la empresa privada. Es lógico, el consumo de bienes y servicios se viene al piso. Ya lo dijo Stiglitz que de economía sabe un poco, como premio Nobel que es, la austeridad no es la receta, la receta es el desarrollo económico. Pero me imagino que el Gobernador es admirador de los hermanos Koch y su receta neoliberal para el mundo.
Cuando los gobiernos adoptan medidas que impactan tan severamente a un pueblo, acompañan la medicina amarga con la represión para obligar al silencio, callar las protestas. Todos a hacer buche y tragar. Aparecen de inmediato los personeros del control de masa. Nombran a un agente del FBI para dirigir el recién creado Departamento de Seguridad, Héctor M. Pesquera. Aparecen los cuerpos especiales (SWAT), todos los gadgets de la Macholandia ¨donde los hombres son hombres¨ y las mujeres a su casa a ejecutar las tareas que les dictaminan los Carmelos Ríos de la vida, el mismo que aspira a reemplazar al macho alfa de los corruptos abusadores sexuales del País, el innombrable.
A los estudiantes, “palo, puño y bofetá”, como dice el himno de los macharranes. La ley y el orden, ¿pero qué leyes? Las que se van a adoptar con vigencia inmediata, sin cumplir con el término de publicidad en el Boletín del Estado para que la ciudadanía pueda informarse que conducta está prohibida. Pues sepan ciudadanos puertorriqueños, que de mañana en adelante estará prohibido protestar contra el desarrollismo destructor del medio ambiente y el patrimonio nacional, estará prohibido irse a la huelga en defensa de la universidad, estará prohibido sentarse pacíficamente frente a un edificio del gobierno a protestar por medidas injustas. Estará prohibido gritar a pulmón tu descontento porque el Gobierno no lo quiere oír. Estará prohibido defender las escuelas de tus hijos, tus derechos laborales. Estará prohibido soñar con un país que garantice la igualdad de oportunidades para todos y todas (y me importa un bledo que la Real Academia lo prohíba). Porque estamos viviendo en tiempos de canallas.
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