El Siglo XX se caracterizó por varias figuras que establecieron los valores más altos de justicia, solidaridad y lucha. En el continente asiático fue Mahatma Gandhi, en Estados Unidos Martin Luther King, en África Nelson Mandela y en América Latina indiscutiblemente fue Fidel Castro Ruz. No es posible hablar de la historia política de América Latina en la segunda mitad del Siglo XX sin hacer referencia a Cuba, Fidel y la Revolución Cubana.
La épica de realizar una revolución armada a 90 millas de Estados Unidos es de por sí extraordinaria. Claro, al principio sectores de la inteligencia política de Estados Unidos simpatizaban con aquella gesta de unos jóvenes barbudos que tuvieron la osadía de deponer a un personero de los intereses económicos y políticos de Estados Unidos, como lo era Fulgencio Batista, que ya se les había convertido en un problema por sus lazos internacionalmente conocidos con la mafia de la droga y los casinos de Estados Unidos. Les convenía salir de ese personaje infame e impopular por sus métodos represivos y sus flagrantes violaciones de derechos humanos que ya no se podían esconder.
Estados Unidos apostó a que una vez pasada la “novedad de la revolución”, las cosas volverían al “curso normal de los negocios” con Estados Unidos como mediatizador principal como, históricamente hizo desde la Enmienda Platt hasta el momento. Después de todo, cuando los patriotas cubanos tenían asegurada una victoria contra el Imperio Español, Estados Unidos intervino en la llamada Guerra Hispanoamericana para recoger los frutos de la derrota de España mediante la muy conveniente explosión del barco Maine en el puerto cubano. La declaración de la guerra a España por lo sucedido con el Maine le abrió las puertas a Estados Unidos para intervenir en Cuba y América Latina cuando ya los patriotas latinoamericanos y caribeños habían derramado sangre copiosamente en la gesta libertadora de Haití, del Ejército de Bolívar y de los mambises en Cuba. Derrotada España y expulsada de sus últimos dominios en el continente, Cuba y Puerto Rico, Estados Unidos tenía su ¨patio trasero¨ limpio para sus juegos geopolíticos en el continente.
Estados Unidos no contaba con un factor: la insobornabilidad, la intransigencia y la férrea vocación soberana que animaba el espíritu y disposición revolucionario de ese grupo de hombres y mujeres emblemáticos que conformaban el Ejército Revolucionario y las formaciones clandestinas, que dieron vida y hacienda por liberar a Cuba de todo control interno o externo que no respondiera a los justos reclamos del pueblo cubano.
Fidel encontró un país donde existían unas disparidades sociales extremas, en la práctica un política de apartheid donde el pueblo afro vivía en marginación económica y exclusión social y donde escaseaban los servicios de salud y educación para la inmensa mayoría del pueblo.
Explicaba Fidel en una entrevista que le hiciera el periodista chileno Augusto Olivares a Fidel y Salvador Allende en 1972, en ocasión de su visita a Chile, que al tomar el poder en Cuba existían 6,000 médicos y se fueron al exilio 3,000. Con la política de educación adoptada por la revolución, ya para 1972, apenas once años después, se habían formado 8,000 médicos en las escuelas de medicina creadas por el gobierno revolucionario.
Si algo caracterizó la política del gobierno revolucionario dirigido por Fidel fue el afán por proveer servicios de salud y educación universal, no solo para todos los cubanos. Aún en los tiempos mas difíciles como lo fue el periodo especial tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, por ende del bloque socialista, Cuba no dejó de proveer becas a estudiantes extranjeros de decenas de países, incluyendo de Estados Unidos, para estudiar en Cuba las carreras de medicina, veterinaria, agronomía, psicología y otras carreras técnicas. Asimismo proveía y provee aún hoy, servicios de salud gratuitos para aquellas personas indigentes que así lo requieran, además de su conocida generosidad en el envío de médicos y alfabetizadores a las comunidades más humildes del mundo. Esta visión de solidaridad internacionalista marcó la gestión de Fidel frente a la Revolución Cubana. Los que tuvimos la oportunidad de visitar la escuela de Isla de Pinos donde estudiaban los estudiantes de Namibia y Sur África podemos dar fe de la hermosa solidaridad cubana. Le comenté a Fidel en ocasión de un seminario de la ONU en 1986 sobre el agradecimiento que sentíamos al ver la generosidad cubana con los mas pobres del mundo y este me contestó que no había nada que agradecer, que ese era el deber de cualquier revolucionario.
Otro logro extraordinario que distinguió la gesta de Fidel frente al gobierno revolucionario ha sido el desarrollo de un cuerpo diplomático que tiene las destrezas y la efectividad de los cuerpos diplomáticos de grandes potencias. La diplomacia cubana es respetada y admirada en todo el mundo. El respeto ganado en el mundo en desarrollo por su gesta en el Congo, Namibia, Angola y Sur África en contra del colonialismo y el apartheid, le ha ganado amigos dispuestos a apoyar a Cuba en sus luchas internacionales. El casi unánime apoyo que logró Cuba a la resolución de la Asamblea General de la ONU contra el bloqueo y el embargo económico, es un ejemplo de la efectividad diplomática cubana. Tan efectivo fue que este año obligó a Estados Unidos a abstenerse de votar en contra de la resolución.
No podemos dejar de mencionar la diligencia, constancia y efectividad de la diplomacia cubana en reabrir el caso de Puerto Rico en la ONU en el Comité de Descolonización, derrotando así las intenciones de Estados Unidos de mantener la situación colonial de Puerto Rico bajo la alfombra, con su pretensión de que este era un asunto ya solucionado en 1952 con el establecimiento del Estado Libre Asociado. Fue Fidel el que estableció la política de solidaridad inclaudicable y no negociable en lo que respecta la solidaridad de Cuba con la lucha por la independencia de Puerto Rico.
Fidel fue siempre un fiel seguidor de Martí de donde se nutrieron sus principios de defensa férrea de la soberanía de Cuba y su visión profética del peligro que representa Estados Unidos para la soberanía tanto política como económica de América Latina. En una breve carta que le escribiera a su entrañable compañera de lucha y asistente Celia Sánchez, desde Sierra Maestra en junio de 1958, le decía con voz profética: ¨Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mi una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta de que ese va a ser mi destino verdadero. Fidel¨ Así quedó comprobado en la derrota que sufrieron ¨los americanos¨ y sus proxis del exilio cubano en Playa Girón cuando intentaron invadir a Cuba en 1961.
En el Siglo XXI se han recogido los frutos que produjeron los años de sacrificio, lucha y resistencia del pueblo cubano y del indiscutible líder de la dignidad y la soberanía de América Latina: el Comandante Fidel Castro Ruz. Me atrevo a decir sin temor a equivocarme que sin Revolución Cubana y Fidel no habría Revolución Bolivariana, ni gobiernos de izquierda en el continente. Podemos confiar en que los recientes retrocesos serán transitorios y ayudarán a rectificar, corregir y recuperar el poder para los pueblos humildes de Nuestra América, aquellos que pueden llamarse los hijos más queridos de Fidel.
Fuente: Claridad |