Una intensa actividad de reflexión ha ocurrido en Puerto Rico en los pasados 15 años. En muchas de ellas he tenido la oportunidad de participar, en ocasiones como conferenciante o panelista, en otras como uno más de los asistentes.
Fui testigo del esfuerzo exitoso organizado desde el movimiento sindical y que produjo cuatro cumbres sociales de una admirable calidad, tanto por las deliberaciones como por la amplia participación de sectores. Destaco como significativo la inclusión, en un mismo espacio, de sectores con profundas diferencias, como ocurrió en la última Cumbre en la que dialogaron, frente a frente, los portavoces principales de la industria de la construcción y los de los grupos y organizaciones ecologistas. Los resultados fueron altamente valorados por todos los participantes, al igual que las recomendaciones y conclusiones que en general produjeron las deliberaciones. Otras iniciativas, como el Foro Social celebrado en el 2006, han tenido resultados parecidos o de mayor impacto.
Más recientemente, resulta significativo y esperanzador el esfuerzo de los Foros Ciudadanos auspiciados por este periódico [El Nuevo Día]. Su organización científica, la amplia participación, la calidad de los análisis y las cientos de propuestas expresadas con confianza y de formas diversas constituyen, a mi juicio, un enorme banco de ideas y de respuestas de las cuales no escapa tema o problema de nuestra realidad que no haya sido considerado, como la educación, la salud, la seguridad, la economía, la ecología, entre tantos otros.
Podríamos afirmar que, gracias a estos espacios de diálogo, nuestro País tiene en su gente, sus pensamientos y sabiduría un diagnóstico que en algunos asuntos es consenso con una incuestionable claridad. Esto resulta alentador, pues es un mentís a la supuesta división entre los puertorriqueños utilizada como argumento -sobre todo repetido ad náuseam por muchos políticos- para justificar la inacción en temas medulares o para menospreciar la participación ciudadana y lo que de ella pueda surgir. Basta mirar el resultado de la gestión legislativa para percatarse del enorme divorcio con lo que piensa la ciudadanía, como bien se desprende de lo expresado en los Foros Ciudadanos.
Las preguntas son obligadas, ¿qué pieza falta? ¿Por qué los partidos políticos, cuando ganan las elecciones, no ponen en práctica las recomendaciones ciudadanas, algunas contenidas en sus programas?
A manera de ejemplo, el Plan de Usos de Terreno ha sido un reclamo permanente desde principio de la década pasada, los políticos de todos los colores se han comprometido a hacerlo y todos los que han tenido en sus manos la oportunidad han incumplido vergonzosamente. ¿Por qué?
Llenado el espacio de deliberación y diálogo, la ciudadanía necesita ocupar el espacio del poder y arrebatárselo a los que con demagogia y peroratas politiqueras se creen dueños de lo que no les pertenece. Quienes han administrado el gobierno están ahí porque forman parte de unas maquinarias partidistas que son la antítesis de la participación democrática y de los reclamos consensuados. De esas maquinarias se alimentan personajes de claro perfil delictivo y, lo que es peor, organizaciones y empresas que aparentan un “glamour prestigioso”. Sabido es que las enormes aportaciones económicas que realizan los que de ellas disponen, a las campañas de los partidos llamados de mayoría, llevan el signo de lo que esperan como recompensa. Es decir, la gestión pública se compra durante el periodo electoral por quienes tienen esa capacidad.
La ciudadanía necesita romper ese monopolio del poder político para ver realizado el resultado de sus reflexiones, diálogos y consensos. El diagnóstico se ha hecho. Las propuestas y recomendaciones, también. Falta construir y advenir al poder político para implantarlas. Ese es el paso y el eslabón que falta.
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