¿Por qué un racionamiento ahora, cuando tenemos menos población y mayor producción de agua? El racionamiento no es el resultado directo de la sequía. Las nubes no son responsables de los errores en el manejo del recurso agua, y tampoco de la falta de mantenimiento de la infraestructura de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA).
La AAA es la agencia que abastece la mayor parte de la demanda de agua potable a los distintos sectores del País. Los datos indican que la demanda asciende a cerca de 300 millones de galones diarios. Sin embargo, para atenderla, la Autoridad tiene que producir más de 600 millones de galones diarios (mgd). ¿Por qué la diferencia enorme entre demanda y producción? Hay cuatro razones principales, que son además, las responsables del racionamiento.
Primero, los embalses se diseñan y se construyen para que haya agua disponible, precisamente en momentos de sequía extrema, pero no se puede exceder su capacidad de diseño. El problema surge por las deficiencias en el sistema de distribución de la AAA. Esa infraestructura arrastra un mal endémico de pérdidas, estimadas en cerca del 60 por ciento. Es decir, para atender la demanda de agua la Autoridad tiene que producir el doble. Esa extracción adicional (300 millones mgd) se hace excediendo la capacidad o el rendimiento seguro de los embalses, acuíferos y tomas de agua.
Un buen ejemplo es el embalse de Carraízo. Su rendimiento seguro es 63 millones de galones diarios, sin embargo, se le extraen 100 mgd. Por eso, no es preciso que haya sequía; con tan solo una merma en la precipitación de varias semanas los niveles de los embalses bajan dramáticamente. En consecuencia, la confiabilidad del sistema de abasto se va al piso.
La segunda razón es la pérdida de capacidad de los embalses como resultado de la sedimentación. La falta de rigor en la implantación de las reglamentaciones protectoras de las cuencas hidrográficas y de las áreas de captación de los acuíferos ha permitido actividades de construcción, deforestación y de extracción de material de la corteza terrestre en las áreas más vulnerables a la erosión. Esto provoca que la sedimentación crezca con cada evento fuerte de lluvia y, Carraízo nuevamente, es un buen ejemplo. Los efectos del dragado que se hizo en 1998 se desvanecieron al poco tiempo.
La tercera tiene que ver con las agencias a cargo de otorgar permisos. Se sabe con precisión cuál es el rendimiento seguro de los embalses. Entonces, no se deben dar permisos de uso de agua por encima de esa capacidad. Pero lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario y la propia AAA endosa permisos que exceden el rendimiento seguro del sistema de agua del que se servirá la actividad solicitada.
En los pasados años los sectores económicos vinculados a la industria de la construcción fomentaron flexibilizar o ignorar los procesos de planificación y con ello los permisos se emitieron a diestra y siniestra comprometiendo la capacidad de los embalses.
Una cuarta razón es de un mayor impacto. Tal como fue anticipado en estudios realizados desde la década del ochenta, el desparrame urbano y el uso ineficiente del territorio ha provocado un uso ineficiente de los recursos. En cuanto al agua, el desparrame urbano ha traído consigo una mayor extensión de la infraestructura (tuberías, tanques, estaciones de bombeo) que requieren llenarse de agua y que aumentan la vulnerabilidad a roturas, reparaciones y mantenimiento.
Estos asuntos requieren voluntad colectiva y compromiso con el presente y futuro del País. Estamos a tiempo para prepararnos mejor ante la posibilidad de sequías extremas, como consecuencia del cambio climático.
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