Al filo de un nuevo año la política puertorriqueña nuestra da señales de entrar en definiciones forzadas por el pueblo de Puerto Rico actuando y pensando con cierta independencia de la actividad partidaria.
Dos encuestas de opinión respetables, ambas publicadas doce meses antes de las próximas elecciones, manifiestan un repudio tan evidente a los dos partidos principales que aun cuando éstos intenten poner el mejor rostro ante el desastre, a su interior el asunto cala muy hondo.
El PNP resulta ser el más repudiado porque tiene más poder político pero allí donde el repudio se extiende al PPD encontramos que el resultado es el mismo. A las instituciones protegidas por el anexionismo el país les extiende igualmente su repudio y esto llega hasta el más alto tribunal del país; sin embargo, a las instituciones repudiadas por el anexionismo el país les concede todo el beneficio de la duda.
Cuando surgen ideas que merecen una consideración cuidadosa, como lo es el problema de cómo enfrentar el problema de la descolonización, el país manifiesta su conformidad y le concede gran prioridad, pero entonces son los partidos los que comienzan a jugar al gato y el ratón sin ningún respeto por auscultar, sincera y genuinamente, si las propuestas tendrán resultados verdaderos o si lo que se pretende es continuar el juego de tomar el estatus de bandera momentánea para prolongar la administración de la colonia.
El repudio general al ejecutivo y al legislativo lo ha ido convirtiendo el pueblo en afirmaciones que contradicen las veleidades de ambos partidos. Los Populares decidieron, luego de la última derrota electoral, enterrar un programa de gobierno destinado a intentar crear un nuevo país y a comprometerse con un estado libre asociado soberano. Se inventaron, sin ninguna evidencia, que la causa de la derrota había sido el hablar de soberanía política en su programa de gobierno para el presente cuatrienio. Peor aún, se inventaron y trataron de imponerle al partido derrotado un regreso a la defensa del coloniaje mediante un retroceso al discurso de los años cincuenta y unas descaradas reiteraciones de la desacreditada unión permanente con cláusula territorial y muchos otros coqueteos con el asimilismo.
Fueron al extremo de condicionar la conducta de los soberanistas leales al programa aún vigente con ejercicios de represalia al que insistiera en proclamar su condición de soberanista, pues ya la soberanía no era parte del compromiso de los herederos de la derrota. Willie Miranda Marín y Aníbal Acevedo Vilá vinieron así a ser malas palabras en el PPD. Creyeron que así atraerían votos anexionistas para ganar la elección que les permitirá continuar administrando la colonia. La últimas encuestas han dejado evidentemente claro que esa conducta cambiante no ha borrado la memoria del pueblo Popular. Ese pueblo Popular no votó por Aníbal Acevedo Vilá en las pasadas elecciones. Votaron 800,000 Populares a pesar de Aníbal Acevedo Vilá y su grave situación de acusado en proceso de juicio en la corte federal. Creo que hubo un elemento de gran confianza en Willie Miranda Marín que fue la persona que orientó ese programa.
En la última encuesta se le dice a la actual camada de dirigentes del PPD que si le corresponde al pueblo votar entre alternativas la estadidad obtendría el 43% de los votos, el estado libre asociado soberano el 33% y la independencia el 5%. De modo que el país estaría dividido entre una masa electoral anexionista con el 43% y otra masa electoral de afirmación soberanista con el 38%. Los colonialistas del PPD se tendrán que ubicar en un 16% que son los que no votarían por la estadidad, por la independencia, ni por el estado libre asociado soberano. Podríamos concluir que ése es el residuo colonialista de la encuesta. Esa situación ha producido, a mi juicio, dos resultados: el PNP ha entrado en profundas divergencias internas pues las encuestas parecen confirmarle que a Fortuño es probable que lo estén esperando los electores el día 6 de noviembre para pasarle la factura por sus injusticias sociales. Rosselló se lo está advirtiendo desde las gradas.
Debemos esperar que algún proyecto se habrá de aprobar pero lo que es evidente es la peligrosidad que ellos mismos le reconocen al proceso. Los Populares están en una peligrosa encrucijada pues los reclamos soberanistas que han sido acallados al interior del partido afloran ahora como defensores de la libre asociación al exterior del partido. Los defensores de la unión permanente están silenciados y una expresión del candidato a comisionado residente Cox Alomar afirmando su compromiso con un estado libre asociado soberano sustentado en hondas reflexiones y principios ha sido acogida con frialdad y con temor de que se trate de una nueva estrategia electoral diversionista del PPD.
Este nuevo escenario tiene la posibilidad real de unas nuevas definiciones en la próxima votación del año 2012. Los estadistas se sienten derrotados en Estados Unidos y en Puerto Rico. Ningún líder de ambos partidos nacionales en Estados Unidos quiere mencionar la estadidad como alternativa, y en Puerto Rico su pésima conducta los ha llevado a competir en desventaja con el PPD si éste logra aclarar su estrategia electoral y los fundamentos de su nuevo programa político afirmando, ahora de manera definitiva, su adhesión y compromiso con un ELA fuera de la cláusula colonial de la Constitución de Estados Unidos. Diría que sólo así es creíble su defensa de la Asamblea Constitucional de Estatus como mecanismo descolonizador. Es impensable que piensen en la mera posibilidad de una Asamblea Constitucional de Estatus para discutir estrategias territoriales y coloniales.
Creo que la atmósfera política está cambiando por la opinión expresada de nuestro pueblo cuando se le ha pedido su opinión, ya sea por las encuestas de El Nuevo Día o por la realizada por Ipsos Hispania. Nuestra gente está educada y está entendiendo que la carencia de poderes políticos nos impide movernos hacia delante. Está exigiendo, a su manera, un replanteamiento del problema del estatus sin las ambigüedades a que nos ha tenido acostumbrados el PPD. El Congreso de Estados Unidos está diciendo que quiere un cambio profundo, no arreglos estéticos y engañosos como los realizados con la creación del Estado Libre Asociado.
Nuestra gente está leyendo, los medios de información les están diciendo lo que ocurre en el mundo del capitalismo salvaje, observan cómo el poder de Estados Unidos está en claro descenso, cómo América Latina se constituye en la región de la esperanza, con voluntad solidaria, con afanes reales de unidad, con gobiernos democráticos y con unas economías que representan una gran esperanza para combatir males sociales ancestrales como la pobreza y la marginación de las mayorías. Brasil está clamando por brazos para atender su crecimiento y no debe extrañarnos que en pocos años nuestra gente empiece a mirar al sur como antes miró al norte, buscando nuevas oportunidades y una mejor calidad de vida. Todo ello se percibe aun con las trabas que se nos imponen para conocer esa nueva realidad latinoamericana. El disfrute de la soberanía política se está empezando a considerar una necesidad; los que quieran detener ese desarrollo humano sufrirán una gran derrota.
Las actuales crisis de los dos partidos obedecen a su alejamiento y extrañamiento con sus electores. Nuevas opciones electorales como el MUS o el PPT pueden resultar las válvulas de escape que impongan racionalidad al debate político camino a las próximas elecciones. |