Aunque la opinión pública puertorriqueña exhiba tantas grietas cuando se discute el tema de las relaciones futuras con Estados Unidos, un sector de esa amplia gama de opiniones se encuentra hoy contra la pared.
Ese sector es el que defiende el Estado Libre Asociado, los herederos de la Ley 600 de 1950 y de la Constitución de 1952. Ese sector estaba acostumbrado a ganar elecciones y plebiscitos enarbolando la bandera de una autonomía y de una relación favorable y especial absolutamente inexistentes. Ganaron los llamados plebiscitos de 1967, de 1993 y 1998, esta última vez juntándose con los que convocamos la quinta columna de “ninguna de las anteriores’’. En 2012 enfrentaron su primer y definitivo fracaso cuando la consigna de Vicente Géigel Polanco sobre “la farsa del estado libre asociado’’ logró su final concreción cuando cerca de 960,000 electores rechazaron la actual relación política, 100,000 votos más que los obtenidos como votos íntegros por el actual gobernador Alejandro García Padilla.
El pueblo, en una votación a la que acudió más del 77% de los electores inscritos, decidió por mayoría absoluta darle un “basta ya’’ a la ilegitimidad de las actuales relaciones. Aunque más de 480,000 electores decidimos ignorar esa consulta, igualmente más del 54% de los que decidieron participar rechazaron las actuales relaciones políticas con Estados Unidos. Los que decidimos negarnos a participar estábamos convencidos de la gran probabilidad de que dada las presentes relaciones de dependencia económica, de crisis social y desorganización general, la estadidad podría prevalecer por primera vez en una consulta de esta naturaleza. Aunque la estadidad obtuvo el favor de poco más de 824 mil votos, la combinación de los votos en favor del ELA soberano (muy cerca de 450,000), la independencia (muy cerca de 75,000) y las clasificadas como papeletas en blanco (481,000), deja a la estadidad con tan solo un 45% de los votos aproximadamente. Estos son los números reales que debemos divulgar, no la ilusoria cifra de una estadidad ganando por aproximadamente el 61% de los votos.
Pero ahora nos interesa considerar la situación generada por el plebiscito en lo que concierne al PPD. Ese partido pidió a su electorado que votara en el encasillado del sí porque no tiene consenso interno para favorecer el ELA soberano. Ese consenso, que debiera derivarse del sentido común, no se logra porque la cúpula del PPD no cree que las soluciones al grave problema de las relaciones políticas deban resolverse con alternativas u opciones no coloniales y no territoriales. Todavía persiste la idea de la unión permanente luego del repudio que realizaron a partir de 1956 del concepto de una relación de asociación política y del engaño que se perpetró en el 1952 llamando a la relación de estado libre asociado pero reteniendo en el preámbulo de la constitución aprobada el concepto de unión permanente. Ahora se encuentran en una verdadera encerrona histórica porque el electorado les ha enviado un mensaje diáfano de que no interesa continuar con el actual estado de cosas.
Antes, el PPD, para validar al ELA sus líderes se daban una vuelta por Centro América o por alguno que otro país sur americano y traían a Puerto Rico a unos personajes obedientes a la política exterior de Estados Unidos, que por muchos años resultó ser la gran propagandista del maquillado colonialismo puertorriqueño, y esos personajes trataban de deslumbrarnos con el gran desarrollo que lográbamos bajo el ELA. Dos importantes personajes lo fueron Rómulo Betancourt de Venezuela y José Figueres de Costa Rica. Pero ocurre que ya se terminaron los tiempos de producir relaciones mediáticas para ensalzar al ELA y mucho menos desde Latinoamérica.
Ahora, la revolución democrática que ha elevado tanto la conciencia política latinoamericana ha reconocido que la leyenda sobre Puerto Rico era eso mismo y que el más superficial examen de nuestra realidad deja al descubierto una brutal falsa representación de la política exterior de Estados Unidos. Al profundizar también se percatan de que somos un enclave de explotación económica que nos ha sumido en una crisis social, económica, política y cultural y que nos condena a una vida aislada de nuestro contorno por razón de un ejercicio permanente de las más perniciosas políticas imperialistas.
Pero estamos afortunadamente en medio de un cambio de época, como ha dicho el presidente de Ecuador Rafael Correa. Ya la Organización de Estados Americanos, con su viejo panamericanismo impuesto sobre una diplomacia latinoamericana sumisa terminó. Las invasiones y la subversión de las fuerzas militares extranjeras terminaron. Las oligarquías están debilitándose aceleradamente. Las embajadas norteamericanas con poder de vida o muerte son cosa del pasado. La explotación y la conducción de las economías de países desvalidos terminaron. Ahora se levantan los muros de una solidaridad, cooperación y comunidad de intereses, dirigidas a construir una Patria Grande, que han desplazado a Estados Unidos de su vieja función de vigilante de nuestra región. Y Puerto Rico empieza a contar con la activa solidaridad de un poderoso bloque de naciones en nuestra natural y lógica lucha por la soberanía total.
En Santiago de Chile, en el primer encuentro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), esta poderosa organización ha dado el más fuerte apoyo regional de que se tenga conocimiento a los esfuerzos de Naciones Unidas por reconocer el derecho de Puerto Rico a su libre determinación e independencia. En el apartado 21 de su Declaración Final se expresa: “Destacamos el carácter latinoamericano y caribeño de PUERTO RICO y al tomar nota de las resoluciones sobre Puerto Rico adoptadas por el Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas, consideramos que es asunto de interés de CELAC”. Antes el Presidente de Nicaragua había expresado: “Nuestra solidaridad con el Pueblo de PUERTO RICO que sigue batallando por su liberación, por su independencia”.
Como dato de la mayor significación hay que apuntar las expresiones del presidente de Cuba Raúl Castro Ruz, quien presidirá el segundo encuentro de la CELAC que habrá de celebrarse en La Habana, Cuba. Expresó Raúl Castro, coincidiendo con el natalicio de José Martí el 28 de enero, lo siguiente: “Nuestra comunidad estará incompleta mientras falte en ella el escaño de PUERTO RICO, nación hermana y legítimamente latinoamericana y caribeña que padece una situación colonial”. Quien pretenda ignorar la importancia de lo anterior, expresión unánime de 33 naciones de este hemisferio, no conoce la enorme influencia de los bloques regionales en las decisiones de los organismos de Naciones Unidas y en la formulación de la política exterior de Estados Unidos y Canadá que no forman parte de CELAC.
Para nosotros es un emplazamiento a la lucha renovada por la independencia nacional, única solución al problema de relaciones políticas con Estados Unidos. Es a la vez un llamamiento a la cordura y la corrección política a aquellos que intentan inútilmente detener o desviar el flujo natural de la historia de los pueblos. |