El presente período electoral resulta ser el más escabroso proceso al que nos hemos tenido que enfrentar desde que se aprobó la Constitución del ELA en julio de 1952.
Entonces, a nuestro pueblo se le enfrentó con la alternativa de conseguir unas migajas de poder político acompañadas de una ofensiva mediática que distorsionaba la irrisoria conquista o quedarnos con el sistema de cartas orgánicas sin ninguna participación de nuestro electorado.
Por muchos años la mayoría del país creyó el discurso que nos repetía que en 1952 habían desaparecido los últimos vestigios del colonialismo cuando en realidad la adopción de la constitución y la creación del ELA solamente había resultado en la aberrante situación de haber consentido con nuestros votos a la permanencia de un régimen típicamente colonial. Al no haberse producido un verdadero proceso de libre determinación política permaneció inalterado el debate sobre la legitimidad política y jurídica de las relaciones territoriales impuestas por Estados Unidos sobre Puerto Rico.
El debate sobre asuntos irresueltos ha sido la constante de los últimos sesenta años. Durante ese tiempo Estados Unidos ha rehusado consistentemente ofrecerle a los puertorriqueños la oportunidad de un desarrollo político que le garantice dignidad y legitimidad a la llamada vida democrática de nuestro país. Mientras tanto la dependencia política y económica, unida a la cooptación y la corrupción de los procesos, ha ido minando la voluntad de los puertorriqueños, y como no hemos resuelto el problema fundamental de nuestro destino político ha crecido muy fuerte el síndrome de la mujer maltratada y los últimos eventos electorales tienden a indicar que un preocupante número de nuestros electores optarían por unirse política y permanentemente a los que han mantenido este oprobioso régimen colonial.
Los que dieron vida al ELA ahora se han movido, en número creciente, de las filas de una mítica unión permanente bajo el ELA, a las filas de la anexión total con el maltratante. El ELA, agotado y desacreditado, se bate en retirada, sin programa, sin proyecto de país, sin entusiasmo y sin figuras que alienten una verdadera agenda de descolonización. El país, creo que la mayoría del país, clama en este momento por nuevos instrumentos de lucha, por nuevas maneras e ideas sobre cómo renovar y rehabilitar un país desmovilizado, con severos índices de desorganización social, con agudos índices de corrupción política y económica. Cuando a los compatriotas de todas las procedencias se le cuestiona sobre el estado caótico del país le atribuyen el desorden reinante a nuestra clase política.
Ese paisano que bajo las actuales circunstancias no logra atisbar luz al final del túnel se ha ido retrayendo, desconfiando, rehusando la participación política a la vez que crece su inconformidad y su impaciencia. En las actuales circunstancias puede haberse coagulado una masa de esos posibles electores que puede llegar al millón de votantes cualificados en las próximas elecciones.
En noviembre, apenas dentro de diez meses, nuestro electorado se enfrentará a la decisión unilateral de un partido que decidió, atendiendo solamente razones partidarias nacidas del poder que recibió en la última elección general, confrontar a nuestro pueblo con una decisión trascendental: la posibilidad real de que este país, por primera vez, decida en una consulta que quiere convertirse en el estado 51 de la federación norteamericana. Apuestan al desprestigio de los defensores del ELA y a la dispersión del independentismo. Apuestan a retar nuestra voluntad de nación, nuestra defensa de la identidad nacional, nuestra demostrada defensa de nuestro idioma español, nuestra idiosincrasia, nuestra historia y el orgullo por lo que somos y por lo que hemos construido con nuestro esfuerzo en el territorio que nos correspondió nacer y vivir.
Algunos, considero que pocos, piensan que la lucha contra la anexión política es una lucha que se decidió hace mucho tiempo, cuando Luis Muñoz Marín, luego de las elecciones de 1944, dio el viraje que lo llevó al discurso inútil de la unión permanente del ELA y la ciudadanía americana y otros asuntos como fundamentos del popularismo. Pienso que ese discurso ya no constituye su fortaleza sino su debilidad. Todavía están encerrados y paralizados por ese discurso ambivalente que los condujo eventualmente a la pérdida del poder político, de la dignidad política y a la pérdida del entusiasmo a que conduce todo proceso de desideologización, de sustitución de mentiras por verdades, de fingimientos y falsificaciones. Ahora viven atemorizados ante la enorme cantidad de votantes de su partido que no están dispuestos a decir nuevamente que sí a la colonia y a la vez atemorizados por unos líderes, usufructuarios del sistema colonial, que se afanan en lograr una fórmula milagrosa que los mantenga vigentes con el viejo discurso desgastado y obsoleto.
Antes del 15 de febrero los populares tendrán que decidir si van a participar en el circo que le han montando los anexionistas junto a algunos independentistas. Tendrán que ponerse a pensar si fue conveniente el viraje de Muñoz en la década del cuarenta. Si vale la pena continuar por la senda del desprestigio y la derrota. Si se unirán finalmente y de manera abierta al coro de la desnacionalización y la desesperanza.
Cuando escriba mi próxima columna ya el PPD habrá tomado la decisión que realmente abrirá el debate sobre el llamado plebiscito de noviembre de 2012. Confío que el independentismo no afiliado, que atisba correctamente los peligros y el daño que estas consultas partidarias le ocasionan a nuestro país, se abrirán al debate político necesario que ayude a esa enorme masa de nuestro pueblo que reclama educación e ilustración sobre dónde reside la verdad y dónde la mentira, dónde la necesidad y dónde la jaibería, dónde el partidismo y dónde el patriotismo.
El independentismo no afiliado junto a una sociedad civil desarrollada políticamente a la que se le reconoce mucho valor para defender causas justas, deberá hacerse presente en ese debate necesario. Hay una gran diversidad de asuntos importantes sobre los cuales el país espera nuestra reflexión. Me propongo contribuir a ese debate porque lo considero fundamental. |