¡Franco Vive! ¡Franco, Grande! ¡Viva Cristo y Viva Franco!
Pancartas y consignas de los seguidores del dictador, el día de la exhumación de sus restos.
Ochenta años después de culminada la guerra civil (1936-1939, virtual inicio de la Segunda Guerra Mundial) y cuarenta y cuatro años después de la muerte del dictador Francisco Franco y del fin de la dictadura fascista (1975), en España todavía hay 114,226 desaparecidos políticos, según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). España es el segundo país del planeta con más desaparecidos por causas políticas, solo detrás de Camboya.
El dictador Francisco Franco falleció el 21 de noviembre de 1975; según la historia oficial, por causas naturales, luego de haber encabezado un tenebroso régimen fascista por más de cuatro décadas.
La figura del “Caudillo de España por la Gracia de Dios” ha ganado notoriedad recientemente, desde que el gobierno de España anunciara su intención de remover los restos de Franco del Valle de los Caídos—edificación faraónica concebida por el dictador con el afán de prevalecer eternamente- hasta el cementerio Mingorrubio-El Pardo. Esta decisión se inscribe en el propósito mayor de erradicar de la vida de la España moderna e institucional toda apología, reconocimiento, homenaje o conmemoración de la dictadura, sus efemérides y protagonistas principales. Es lo que se conoce como la recuperación de la memoria histórica, que implica una condena a esa dictadura que fue el fruto de un golpe de Estado ilegal y delincuente contra la República constituida entonces, y que por muchos años reprimió de la manera más brutal y despiadada a cientos de miles de ciudadanos, muchos de los cuales fueron asesinados y sepultados masiva y anónimamente por todo el país.
Considerando que más de la mitad de los ciudadanos y ciudadanas del Estado español nacieron luego de la muerte de Franco—es decir, que no vivieron en la dictadura de aquel que se proclamaba “responsable solo ante Dios y la Historia”—podría pensarse que el cambio de residencia mortuoria de Franco es para muchos un asunto del pasado que solo mueve o interesa a los nostálgicos, o a los historiadores. Ya quisiera uno pensar que, en efecto, Franco, el franquismo, el fascismo y las dictaduras represivas y genocidas son cosa trascendida. Que la humanidad ha dado un definitivo salto hacia adelante en materia del respeto a la vida digna, de la participación de los pueblos en la construcción de su destino en libertad, y en la edificación de la paz en el planeta.
La dura realidad es que, mientras los restos “mortales” de ese enviado de la Divina Providencia, aspirante a la inmortalidad, iban en helicóptero hacia el cementerio Mingorrubio el pasado jueves 24 de octubre a hacer compañía a su esposa Carmen Polo, el fantasma del fascismo recorrecon fuerza la propia España, Europa, América, en fin, el planeta entero.
El fascismo, el autoritarismo, los regímenes beligerantes y violadores de los más elementales derechos humanos, el culto a la guerra, el desprecio al derecho internacional y al respeto esencial entre pueblos, gobiernos y países, son la orden del día en pleno siglo veintiuno.
El crecimiento de la agrupación fascista Vox en España no es un hecho incidental, como no lo son la significativa influencia político-ideológica de organizaciones de derecha dura como el Partido Popular y Ciudadanos en ese país. La represión desatada hoy por el gobierno de Madrid contra el pueblo catalán no se diferencia demasiado de la intolerancia franquista contra ese pueblo. En países europeos como Hungría, Polonia, Austria, Ucrania e Italia la extrema derecha constituye gobiernos. Brasil, Colombia, Chile, Guatemala, Argentina, Perú y Ecuador tienen gobiernos derechistas, unos más extremos que otros. El llamado Grupo de Lima muestra una intolerancia contra Venezuela Bolivariana que no se diferencia esencialmente de la manera de actuar del fascismo histórico.
El gobierno de Estados Unidos bajo Trump se ha distinguido por su actitud beligerante, violatoria del derecho internacional y de la soberanía nacional de numerosos países. En más de un sentido el fascismo de hoy aparece revestido de los ropajes del neoliberalismo, el hegemonismo de las grandes potencias, la intolerancia contra países que se atreven a promover cambios profundos y las guerras por doquier.
El féretro del Generalísimo de los ejércitos, responsable de una guerra espantosa que la iglesia Católica definió como una “cruzada por Dios y por España”; aliado de Hitler y Mussolini y luego de Washington y Londres, ubica desde hace varios días en un nuevo vecindario, donde le acompañan vecinos tan afines como el dictador dominicano Leónidas Trujillo, o su frustrado continuador, Luis Carrero Blanco y la familia de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
Pero su ideario tenebroso sigue vivito y coleando. Contra ese habrá que seguir luchando. Porque somos nosotros y nosotras quienes merecemos descansar en paz.
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